En un rincón de Chihuahua, el Rejón para corredores

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Los corredores tenemos la ventaja de ser aficionados de un deporte versátil y fácil de practicar. Lo único que se supone que necesitamos son unos tenis (y hay la corriente de los que corren descalzos y ni eso necesitan) y una superficie para desplazarnos. Corremos en la calle, en caminos, en playas, en veredas, en bosques, donde sea.

Habiendo dicho esto, cada corredor tiene y busca estímulos distintos al practicar este deporte. Hay quien necesita la música, otros el silencio. Hay quien obtiene del deporte gratificación al compartirlo, otros que lo usan como su tiempo de escape, para estar consigo mismos. Yo soy de estos últimos.

Correr es un momento de recompensa que me doy y me permito darme para conectar conmigo cuando tengo el espacio para hacerlo. Se vuelve en un momento de diálogo interno e introspección y por ende, lo valoro muchísimo. En un momento para entrar en sintonía, de procesar, limpiar y respirar. Siendo así, hay entornos que son más propicios y que prefiero para cuando salgo a correr.

Por mis horarios y el tiempo que puedo destinar a correr, normalmente corro en la calle (es lo más fácil e inmediato aunque definitivamente no el mejor lugar)… pero estar al pendiente de los carros, los cruces, los semáforos, las zanjas, boquetes, varillas y otros obstáculos y distractores, puede hacer retador llevar un verdadero diálogo interno y un desconecte. Cuando tengo oportunidad de hacerlo, prefiero correr en espacios como la playa o en veredas.

Después de dar este largo contexto introductorio para llegar a lo que realmente quiero platicar, les comparto que el día de ayer encontré un lugar increíble para correr… y que si ustedes son como yo y obtienen de correr lo que yo obtengo, esto debe interesarles… sobre todo si están en o van a Chihuahua.

Esta semana estuve en la ciudad de Chihuahua por tres noches. Me quedé en el City Express… pésimo hotel, pésimo error (de verdad, nunca vayan a esa pocilga de pésimo servicio llena de gente falta de actitud y demasiada cara para ser una cama incómoda y un baño de jabón chiquito y regadera tapada).

La primera mañana que estuve ahí traté de salir a correr cerca de mi hotel, por la calle y banquetas. Otro pésimo error. En Chihuahua (como en la gran mayoría del país) no hay cultura vial ni respeto al peatón. De verdad fue una experiencia que no disfruté. Ante ello, hice lo que debería de haber hecho antes (lección aprendida) y le pedí a mi amiga Fernanda que vive en Chihuahua, una recomendación de dónde ir a correr. El siguiente día, tuve una de las corridas que más he disfrutado desde hace casi 10 años que me inicié en este deporte… así que querida Fer, MIL GRACIAS por compartirme el dato de El Rejón, este espacio tan increíble en tu bella ciudad.

El Rejón es un parque recreativo y presa que es verdaderamente, una joya que ojalá pudieran tener más ciudades en México. Les comparto algunas de sus virtudes, que fueron razones para que tuviera una experiencia tan enriquecedora:

Visualmente es increíble. En los caminos de arcilla construidos para que los corredores, ciclistas y quienes simplemente quieren salir a caminar o pasear a sus mascotas, te llevan por paisajes de agua, manglar, monte e incluso espacios en que puedes disfrutar la urbe sin estar inserto en ella (porque la calidad de aire gracias a la vegetación del parque es muy buena). En distintos puntos del circuito hay esculturas e instalaciones artísticas, miradores, puentes por encima de agua y todo ello trae variedad a la experiencia de correr ahí. Yo soy de los que no aguanta correr en banda por la monotonía. Si en ese sentido eres como yo, tienes que ir al Rejón… es el completo opuesto. Fue tan increíble todo lo que vi, que tuve que captarlo con la cámara de mi celular que afortunadamente traía. Aquí comparto algunas de dichas imágenes.

Es seguro para los corredores. Mencioné brevemente los retos de correr en la calle. El circuito del Rejón está pensado de tal manera que NUNCA estás expuesto a nada que pudiera ser una amenaza. No cruzas una sola calle y las autoridades se han responsabilizado por el correcto mantenimiento del parque. No hay boquetes en las partes que tienen camino de concreto. La señalización es excelente. Hay vigilancia e incluso un circuito cerrado de cámaras. El cuidado del parque es arduo y con atención a detalle. Me tocó ver un equipo de trabajadores que se estaban asegurando que la poquita basura que había fuera removida y hasta había un jardinero deshierbando y cuidando las plantas. En el fanpage de Facebook del Rejón, aprendí que el año pasado incluso se llevó a cabo una exitosa campaña en conjunto entre autoridades y ciudadanos, para limpiar la presa. El slogan que se lee en distintos puntos del parque “Sumar es hacer comunidad”, es consistente con el espíritu que se respira en el parque y lo que seguramente hace que el lugar siga así de cuidado.

Todos en el mismo mindset. Cuando estás practicando un deporte en convivencia de otras personas que no lo entienden o no conocen (o no les importan) tus necesidades, las oportunidades de una interacción no ideal son grandes. Algunos ejemplos: Los intereses del automovilista al que estoy estorbando son polarmente distintos a los míos en el momento que voy invadiendo su carril. Cuando participo un domingo en una carrera a las 7 de la mañana, en un circuito en que cerraron vialidades y probablemente instalaron sistema de sonido para dar indicaciones, invado los intereses del dueño de la casa que preferiría estar durmiendo que escuchar a una entrenadora invitando a corredores a calentar. Incluso en un gimnasio, cuando estoy usando la banda para correr es probable que otro esté esperando para usarla y nuestros intereses entren en conflicto. En el Rejón, TODAS las personas que están ahí, tienen puntos comunes de interés, conocen las reglas del juego, se respetan y se dan espacio porque además, hay espacio para todos. Vi pasar en mi camino a deportistas ciclistas, personas de todas las edades haciendo distintas rutinas y tipos de ejercicio, familias con niños en bicis, personas paseando a sus perros, etc. Todos en un mindset de respeto, guardando espacios correctos e incluso con una bienvenida cordialidad que me sorprendió. Puede sonar desagradable, pero tal vez la mejor manera de comunicar este nivel de convivencia y respeto por los demás, es mencionar que es el primer espacio en que veo que pasean perros y no tuve que esquivar una sola caca en mi camino. Los dueños de los perros se aseguraban de cuidar el espacio y además habían varias estaciones con bolsas y basureros para promover a que los amos fueran responsables.

Y el espacio es tan benévolo (y probablemente también sea un tema de cultura de Chihuahua) que invita a que todo mundo te salude o te de los buenos días. Incluso me tocaron un par de deportistas que en su paso me dieron palabras de aliento al ver que bajaba el paso. Como mínimo, las personas a las que me topé me regalaron una sonrisa. Inspira y motiva integrarse a esta dinámica al tiempo de estar haciendo el ejercicio que te gusta.

Dadas estas circunstancias y también porque me tocó un clima idóneo, creo no equivocarme al reiterar que ha sido de mis corridas favoritas. Estoy seguro que cuando vuelva a Chihuahua, la visita al Rejón será parada obligada. Los chihuahuenses tienen suerte de contar con un espacio como este. Si erres corredor(a), no conoces El Rejón y estás en Chihuahua te invito a que vayas y espero tengas una experiencia como la mía.

A seguirle, que todavía hay muchos kilómetros por recorrer.

HeForShe… fully agree!

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This message hit home… because I see how raising my son to be sensitive and not embrace violence as a male normality, matters. Because I see how raising my daughter to not feel less adequate for physical activity, or to be submissive, matters. Because my kids are raised in a home where respect is expected, regardless of your gender… but they are lucky in all of these regards.

Thank you, Harry Potter girl…

Bandera, bandera de México

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Otra vez septiembre en México. De nuevo los colores de verde, blanco y rojo invaden las esquinas de nuestras ciudades con puesteros vendiendo banderas, banderines, matracas, rehiletes y por alguna pintoresca razón, pelucas. Suena el Cielito Lindo, Adelita y otras hermosas piezas musicales de nuestro pasado y la gente empieza preguntar en sus conversaciones cotidianas “¿dónde vas a pasar El Grito?”

Bandera, bandera de México. Símbolo de nuestros… ¿Símbolo de qué? Reflexionando sobre el origen de este ícono nacional, tan venerado y respetado que criticarlo, profanarlo, modificarlo o desecrarlo es calificado como traición a la Patria, propongo una nueva posibilidad con todo respeto a dicho enaltecimiento (porque no soy ningún traidor sino un ciudadano comprometido con su pueblo con la fortuna de contar con pensamiento crítico): habría que considerar un cambio de colores y diseño. Sólo por favor, no se lo comisionen a la gente de comunicación e imagen del Tec.

Pero no nos desviemos y volvamos al tema central. ¿Por qué pensar en que deberíamos cambiar el máximo símbolo patrio? Es simple: Nuestra bandera está desactualizada.

Cuando nació la bandera mexicana tricolor, se eligieron los colores verde, blanco y rojo para aludir a la esperanza del pueblo, la unidad de todos los mexicanos y para honrar la sangre de nuestros héroes… porque incluso nuestro himno estima que a la Patria, en cada uno de los mexicanos, un soldado en cada hijo le dio.  Por último, el águila devorando una serpiente en nuestro escudo al centro de la bandera, es representación de la mitológica fundación de Tenochtitlán por nuestro pueblo indígena históricamente más representativo.

Hoy, vale la pena cuestionar si esos símbolos permanecer en la idiosincrasia, en la realidad o por lo menos en las aspiraciones de los mexicanos.

Empecemos por el escudo nacional y su observación de la fundación de la Gran Tenochtitlán. El sello máximo del enaltecimiento de nuestra herencia indígena. Ese mismo indígena que hoy es ciudadano de quinta y al que hemos relegado en todos los ámbitos. ¿Cuál es la participación que hoy tienen los distintos grupos indígenas en la vida del país? ¿Cómo participan en la construcción de nuestro futuro y en las actividades relevantes de nuestra sociedad? ¿No deberíamos sentirnos culpables o por lo menos sentir la vergüenza de la hipocresía que es restregar el águila devorando a la serpiente ante todas las culturas que hemos mandado a las esquinas de las calles del país a mendigar? No le hemos hecho justicia a los fundadores de la Gran Tenochtitlán… ¿qué derecho tenemos de seguir festejándola?

Vamos al verde… Hoy veo un país que en su mayoría ha perdido la esperanza y vive su día a día sin creer en un futuro mejor. Antes de seguir aclaro que yo sigo viviendo día a día tratando de contribuir a dicho futuro pero seamos honestos, nadamos contra corriente. Las razones para esta frustración y apatía generalizada son múltiples y ahondar en ellas bien vale un ensayo de varios capítulos pero si somos críticos respecto a nosotros mismos, es veraz decir que no somos una sociedad civil esperanzada. Estamos hundidos en la conformidad o en la inconformidad inactiva. Lo más cercano a destellos que pudieran dar testimonio de una sociedad civil despierta, son movimientos frágiles, manipulados y de moda electorera, como en su momento lo fue #YoSoy132. La actual administración ha hecho un excelente trabajo en distanciarnos de cualquier posibilidad de influenciar cambios, tomando control de los dos Poderes más relevantes del gobierno y por ende gestando hoy más que nunca, la no representación de la voluntad del pueblo en el Legislativo. Decimos que tendríamos que hacer más por presionar a nuestros representantes, por conocer a nuestros diputados y exigirles que en el Congreso hagan eco de nuestros intereses y prioridades… pero bien sabemos que en México el Legislativo vota por bloque y no por la gente que eligió a cada representante… porque si ni siquiera existe la palabra “accountability” en español, ¿cómo exigirla de los diputados y senadores?

¿Unidad? Estamos unidos en la frustración, en la afición por el futbol y en el sometimiento a programación televisiva de nivel deplorable que fomenta la estupidificación de toda una nación. ¿Realmente amerita eso darle un color a nuestra bandera?

El rojo. La sangre de nuestros héroes. Esos héroes fantásticos que la Secretaría de Educación Pública se asegura sigamos viendo en los libros escolares, adornados por cuentos de ficción nunca repetidos en documentos serios. Esas mitificaciones e idealizaciones de personajes que incluyen a Padres de la Iglesia en cuyo estandarte se festejaba a la Vírgen de Guadalupe y al yugo de Fernando VII sobre México, pillos y vándalos que destruyeron poblados enteros en su pasar, incluyendo la violación documentada de mujeres y la ocupación de una planta cervecera en la ciudad de Monterrey y ¡¿cómo olvidarlos?! Niños que no eran niños y que nunca brincaron a su muerte para que la misma bandera de la que hablo no cayera en manos del enemigo. La brecha entre la historia y la historia Patria es amplia y sigo sin entender la necesidad de mentirles a nuestros hijos sobre los supuestamente respetables hombres que forjaron nuestra nación.  Y aún si quisiéramos mentirnos y seguir llamando héroes a estas personas, creo que para retener el color rojo en nuestro símbolo patrio, habría que empezar a buscar nuevo héroes a quienes honrar. El país los necesita urgentemente.

Propuesta alterna:

Un amarillo pálido que represente nuestra indiferencia y egoísmo. Negro para simbolizar el oscurantismo educativo en que estamos inmersos, la falta de sentido cívico y comunitario y el color de nuestro aparente futuro si no tomamos las riendas del país. Un marco a la orilla con hilo plateado o dorado, para hacer honor a las riquezas saqueadas por nuestros gobernantes sexenio tras sexenio… y en el centro, la foto del Chapo Guzmán impresa sobre el logo de Televisa.

No sé, piénsalo…