Hay muchos factores que determinan el voto de una persona en las elecciones presidenciales. Los factores son distintos para cada quién y tienen diferentes pesos.
En México hay quienes votan por el candidato y por su percepción de su “calidad humana” (sí, entre comillas porque la atribución a calidad humana de todo político que llega a estar en nivel de competir por un puesto de elección popular en México tendría que estar en tela de juicio).
Otros votan por la plataforma o proyecto de cierto candidato. Los que siguen esta vía generalmente acaban decepcionados al medir promesa contra mandato. Los políticos mexicanos son especialistas en promesas incumplidas.
Otros más favorecen a un partido en particular, ya que se sienten ideológicamente identificados con los valores que lo respaldan teóricamente. O en el peor de los casos los que votan por partido lo hacen “porque me gustan sus colores”.
Hay un grupo más que vota por “el menos peor”, evaluando implicaciones de la llegada de un candidato versus otro, la composición del Congreso con el que le tocará convivir y atendiendo fobias respecto a lo que sucedería en torno a un voto útil y sus intenciones de que cierto candidato no llegue al poder.
Y así como éstas, hay muchísimas más razones por las que definimos nuestro voto.
El día de hoy estuve pensando mucho en el momento político, económico y social por el que pasa México y me surgió un cuestionamiento que muchas veces he visto en los medios, pero que hoy más que nunca, me preocupa la conclusión a la que llego para responderlo:
Si las elecciones presidenciales fueran el día de hoy, ¿por quién votarías?
Me tocó ver los aciertos y desaciertos de dos Presidentes del PAN. Fui testigo de cómo desaprovecharon su ventana en el poder y no fueron capaces de contrarrestar o negociar con Congresos en los que no tenían mayoría. Vi la miopía detrás de su administración de una supuesta guerra contra las drogas y la manera en que el crimen organizado los superó sin vuelta atrás. No los culpo por la manera en que recibieron el país tras más de 70 años en los que más que pactar con el narco, se co-gobernó con él. Los culpo por su inhabilidad de transicionar a un modelo en que no nos diera miedo cruzar la puerta de nuestras casas. Me tocó ver cómo al ser derrotado y abrirle la puerta de regreso a la bestia, en lugar de reagruparse y armar una estrategia de concentración y fortalecimiento, el PAN se desmoronó al punto de que hoy no tiene un líder que pudiera considerar ni candidato ni presidenciable.
Me tocó ver al viejo PRI y al nuevo PRI. Me tocó ver la forma en que hoy “disentir” es una palabra prohibida en el Gobierno Federal. Me tocó ver el regreso y la exacerbación de viejos vicios y toxicidades de nuestra nación de antaño. Me tocó la dictadura perfecta reloaded y los escándalos con sus respectivos deslindes. Me tocó ver la represión en manos de un grupo que ha sabido estirar la liga y faltarle completamente al respeto a las personas que gobierna, llevándolas al punto del hartazgo y la frustración. Me tocó ver a este partido sembrando en las nuevas generaciones un nivel de alienación, resignación y rechazo al quehacer político que genera una completa desconexión e incapacidad de trabajo conjunto efectivo entre sociedad civil y autoridades. Me tocó conocer niveles de descaro que no sabía existían en la condición humana.
Me tocó ver a un líder moral de un partido de izquierda decirle a su actual Comité Ejecutivo que debería renunciar y que su partido ya no sirve. Me tocó ver cómo de dicho partido emanaron personas que hoy son señaladas en Guerrero y Morelia como criminales y la irresponsable respuesta institucional a dichos señalamientos por parte del partido que los llevó al poder. Me tocó ver cómo al dejar de ser opción viable, uno de los mayores bastiones del PRD, hambriento y embriagado por su sueño de poder, decidió fundar un nuevo modelo de idolatría a su persona y propagar un discurso gastado y destructivo. Me tocó ver cómo el romanticismo detrás del pensamiento de izquierda hoy se traduce a facciones descarriadas, que aspiran a provocar mayor caos e inestabilidad con el único propósito de hacer así más probable su llegada al poder, por regla de eliminación.
Me toca ver los gritos y reclamos por justicia, así como las exigencias de renuncia al actual mandatario. Y no es que quiera que renuncie o que no renuncie esa persona por la que no voté y no votamos la mayoría de los mexicanos (con o sin fraude o monederos Monex). El mayor problema es que HOY, buscando dentro del espectro partidista, simplemente no veo ni partidos ni posibles candidatos ni figuras presidenciables. Hoy en la clase política de México, ni siquiera encuentro al “menos peor.” Si las elecciones presidenciales fueran el día de hoy, ¿por quién votarías? POR NADIE.
Sí, sí me dueles México. Exactamente tres chingos.
Excelente artículo, Arjan. Totalmente de acuerdo contigo.